Comentario
Dicen que Montgomery soñaba con entrar en Berlín como vencedor y que tal pretensión irritaba profundamente a los generales norteamericanos. Poco antes de aquella ofensiva del Rhin, Eisenhower preguntó a Bradley cuánto costaría llegar a Berlín y éste respondió que unos 100.000 soldados norteamericanos. En ese momento, sin consultar como era preceptivo con sus aliados, Eisenhower decidió que serían los rusos quienes entrarían en la capital del Reich. Montgomery se enteró del asunto por un comunicado de Eisenhower, que le acompañaba una copia de la nota que había enviado a Stalin. De nada sirvió su enfado, de nada las protestas británicas. Roosevelt se inhibió y Marshall apoyó a Ike. La suerte de Berlín estaba echada merced a la miopía del general norteamericano.
En adelante, sus ejércitos se dirigirían hasta el Elba, sin cruzarlo, y hacia el sureste, Austria y Checoslovaquia. La facilidad de su avance, la rendición de cuerpos de Ejército enteros, la caída del Ruhr, no harían que cambiase de opinión.
En su búnker de Berlín, Hitler recibía la cascada de malas noticias con desesperación muy poco exteriorizada. Los generales y gobernadores que le visitaban recibían palabras de aliento, buenos ánimos, promesas de divisiones, de masivas intervenciones de la fuerza aérea, etc... a los del Este les decía que pronto, cuando liquidasen a los occidentales en el Rhin, reforzaría el frente de Prusia; a los del Oeste, justo lo contrario...
Pero ni un fabulador como él podía ser ajeno a la entrada de los ejércitos enemigos en el suelo alemán. Se está perdiendo todo el territorio oriental, al este del Oder y era arrolladora la progresión de los occidentales desde que asaltasen las defensas de la línea Sigfrido. Por tanto, ya que no podía manejar ejércitos que dieran la vuelta a la situación y ya que era incapaz de rendirse y evitar mayores sufrimientos a su pueblo, decidió desertizar todo el territorio que hubiera que ceder.
Así ordenó que se volaran las fábricas y que se demolieran todas las instalaciones útiles, así como todo tipo de vías de comunicación y servicios. AIbert Speer, el hombre que tenía que encargarse de esta tarea, logró evitarla con el apoyo de Kesselring en el Oeste y de Guderian en el Este, mientras daba largas a Hitler alegando que tales instalaciones serían útiles al ejército alemán e indispensables a su industria de guerra cuando la Wehrmacht pasase al contraataque...
Ese era uno de los pocos argumentos que en aquellos días cruciales aplacaban la furia derrotadora del Führer, cuyo principal propósito al ordenar aquellas destrucciones era vengarse del pueblo alemán, por no haber conseguido la victoria, por no haberle convertido en el dueño del mundo, por no ser digno de él. Después de todo, los mejores alemanes ya habían muerto en la guerra...
Con su tenaz resistencia, Speer salvó en aquellos días a Alemania de una destrucción aún mayor que la causada por 5 años de bombardeos y por las batallas del año 45 dentro de sus fronteras. Por orden de Hitler se habían colocado cientos de toneladas de explosivos en las minas, los puentes, los diques y los pantanos, los túneles de los ferrocarriles... Muy pocos llegaron a hacer explosión.